Imbolg
El
Sabbath de Imbolg, conocido también por la tradición popular
como Candelaria, se celebra usualmente el 2 de Febrero (momento astrológico:
el sol a 15º de Acuario, se asocia al elemento Aire). Marca el
inicio de la primavera, (el equinoccio de primavera representará el
punto álgido de la estación). Encontraremos esta festividad pagana en
el ámbito de la Wicca como Sabbath Mayor. Para las tradiciones solares,
se trata de una festividad al nivel de lo que seria un Sabbath Menor en
el contexto de la Wicca.
La
diferencia de la vía del crecimiento personal
Cada
vez que se acerca el momento de celebrar una festividad del ciclo anual,
el acontecimiento requiere una reflexión interna que nos conecte con la
vibración del momento, antes de iniciar los preparativos para la
ceremonia o actividades que pensemos realizar con motivo a la ocasión.
Noto, en este punto, una gran diferencia para aquellos que siguen la vía
del paganismo como una costumbre, y aquellos que la escogieron como un
camino de crecimiento personal.
Para
los primeros, el ciclo anual es una rueda que gira y gira, y nos trae
las estaciones de la tierra y el alma, se las lleva y las vuelve a traer
en un eterno retorno, que llegado el momento devendrá idéntico a sí
mismo. Repasando la bibliografía almacenada, veo como diversos grupos,
con sus rituales regularizados en un Libro de Sombras, repetirán cada
vez la ceremonia apropiada, las mismas palabras, y, tal vez, el mismo
sentimiento. Pero sin variación no hay opción de crecimiento, de
conocimiento.
Las
palabras de unas sabias señoras me hicieron pensar que en la vía del
desarrollo personal estas fórmulas no son válidas, a no ser que se
trate de una parte del trabajo realizado parra la ocasión, aquella que
se encarga de enlazarnos con la tradición. Para aquellos que toman el
paganismo como la vía de crecimiento personal, el ciclo anual es una
espiral, que a cada vuelta aporta una nueva perspectiva, un cambio, una
profundización en el conocimiento y unas nuevas armas para la acción.
Mi
visión de los festivales ha cambiado con los años, como si mi visión
interna se acrecentara más allá de las indicaciones primeras, de las
introducciones, y me asalta una percepción más compleja y más real de
aquello con lo que decidí enlazarme y de mi propia existencia.
Cuando
hace poco repasaba la Biblia de las Brujas, de Janet y Stewart Farrar,
y sus escritos acerca de Imbolg me di cuenta que sentía un cierto
rechazo y una especie de lamento; rechazo porque su trabajo, aunque
excelente, me recordaba más al de un folklorista que al de un iniciado,
y lamento porque toda la expresión de sus ceremonias, de su descripción
de la festividad, estaba empapada de una cierta inocencia extensible a
otros muchos autores y practicantes del momento… y lo cierto es que
los autores de aquel momento han sido de lo más fiable en el ámbito
del paganismo, y que tanto ha tardado en llegar a nuestro alcance (hablo
por mi generación y mi país).
No
descarto que sus publicaciones desvelaran sólo aquello que creían podía
servir de introducción al público general, y que los verdaderos
miembros de aquellos covens o grupos recibieran una instrucción
diferencial, con lo cual les concedo el beneficio de la duda, pero el
caso es que llega un momento en que ya no nos van a servir esas primeras
enseñanzas y nuestro conocimiento de primera mano con la realidad de
nuestro compromiso con nosotros mismos y nuestras raíces será nuestro
soporte principal para seguir avanzando.
Por
ello en esta ocasión, no copiaré rituales ni fórmulas de otros
autores. Me parece más conveniente compartir algunas reflexiones acerca
del significado de Imbolg y las tradiciones que están enlazadas a este
festival, creyendo que todos los lectores tienen referencias para
elaborar sus propias ceremonias y ritos con motivo de la ocasión.
La
dureza de los inicios: cuando todo está por confirmar
La
reflexión introductoria puede no ser casual, a mi entender tiene su
relación con el significado profundo de Imbolg, y la dureza de los
inicios que la bibliografía ha tenido por costumbre ignorar.
Imbolg,
primer latido de la primavera en el corazón del frío. Lo que en Yule
era una promesa de nueva vida, una nana que nos acunó en el largo sueño
del invierno, ahora es algo por lo que debemos empezar a luchar por que
se convierta en realidad. El fin del invierno y la llegada de la
primavera nos recuerdan que el buen tiempo llegará y la tierra se
cubrirá de vida, pero esto entraña un peligro; al igual que el cuento
de aquella lechera que de camino a pueblo a vender su leche ya se
imaginaba como negociaría con ella y se enriquecería pierde la atención
y ve su leche derramada por los suelos y sus planes frustrados,
nosotros, impacientes estamos deseosos de empezar la casa por el tejado.
Mejor
será situarnos en la realidad de este momento del ciclo anual, donde
todo es una callada lucha a vida o muerte. Como la última hora del día,
la primera de la mañana, la alborada de Imbolg es fría y difícil. Si
los días nos regalan un momento más cálido, es un anuncio, pero
debemos estar prevenidos para no ser como almendros que florecen
demasiado pronto y ven sus flores son destruidas por la siguiente
helada.
Del
mismo modo, el nacimiento es un hermoso acontecimiento a nuestros ojos,
pero para aquel que nace es un momento difícil y doloroso en múltiples
ocasiones. Antes de nacer la criatura está envuelta en una protección
total, en una comodidad absoluta, pero su tiempo expira y debe salir a
un mundo que en principio resultará extremadamente hostil y peligroso,
así germinan las semillas y rompen los polluelos las cáscaras de los
huevos. Puede que nos resulte difícil salir del sueño invernal, o
puede que estemos impacientes porque ya hace tiempo que recorremos los
caminos del mundo, pero para nuestros proyectos, nuestros deseos
acunados en Yule, será el momento más decisivo, y muchos pueden
quedarse por el camino.
Tal
como podemos aprender de la tradición romana, este es un tiempo en el
que todo está por confirmar, y muchos ritos y ceremonias se efectúan
con este propósito, con el fin de asegurar y constatar aquello que aún
es sólo una posibilidad; así sea la germinación de una semilla, como
la de nuestros proyectos.
Imbolg
es un momento en el que debemos ser extremadamente observadores y hacer
los preparativos para un viaje de retorno al mundo de la actividad
externa. Cuando empiezan a agotarse las reservas de nuestro refugio,
hacemos incursiones al exterior, recogiendo los regalos del nuevo tiempo
y cuidamos de nuestros deseos encendidos en el solsticio de invierno,
como de pequeñas criaturas que debemos proteger, nutrir y criar hasta
que puedan sostenerse por sí mismas y trotar a nuestro lado bajo la
resplandeciente luz solar. Tomamos cuanto nos sea necesario, sin
cargarnos demasiado, indagamos en la sabiduría de nuestra voluntad
interna para conocer a dónde vamos a ir en este viaje y qué vamos a
hacer allí. La dureza del momento no es una excusa para abandonarse al
desánimo, o renunciar, nosotros estamos preparados para este trabajo;
es simplemente una toma de conciencia que hará más segura la consecución
de nuestra tarea.
Así
pues, el nuevo nacimiento puede ser experimentado de un modo maternal,
siendo nosotros quienes nos encargamos de proteger y nutrir un proyecto
hasta que este esté asentado, y se mantenga por sí mismo. También
puede ser experimentado desde la perspectiva de una de estas crías,
si ha llegado el momento de salir al mundo y alejarse de la protección
de otros para dar nuestros primeros pasos independientes. En este caso
sería el momento de empezar a despedirse agradecidos por los cuidados
recibidos, y asomarse a este exterior probando aquellos puntos que son
nuestra fortaleza, que recibimos como una herencia silenciosa de cuanto
necesitamos para sobrevivir, y han permanecido dormidos hasta este
momento.
En
otro orden de cosas, precursando a los rituales de limpieza primaveral,
ya en Imbolg hallamos, a lo largo de las diferentes tradiciones una
voluntad de purificación, con un sentido más íntimo y personal. La
limpieza de Ostara se produce en el contexto de una actividad exterior,
la purificación de Imbolg aún se enlaza a un trabajo interior.
Se
me ocurren varias maneras de las que tratar esta purificación; para los
cachorros que salen al mundo, es el corte del cordón umbilical, la
ruptura del cascarón, así para los que van a ser iniciados es la
despedida de su antigua vida, mirando al sol naciente. Para las madres
que cuidan de ellos es el deshacerse de todo lo inservible, de una carga
excesiva que haría imposible su carrera en la tierra diurna.
El
Ascenso del Inframundo
Siguiendo
con la propuesta del monográfico de Mabon, pondremos atención a lo que
Imbolg significa en el viaje de descenso al Inframundo. Podríamos decir
que la festividad está bajo la advocación de la Anciana Oscura, por
ser ella quien decide sobre el tránsito de las almas de la vida a la
muerte, y de la muerte a la vida. Aunque la imagen no nos resulte
familiar, ella es la primera nodriza de todos los bebés, de todas las
crías, y conoce sus pequeñas almas y les habla en su mismo idioma
incomprensible para aquellos que ya han nacido, ella es la guardiana de
las almas que se encarnarán.
Cuando
los Dioses/as y Heroes/Heroínas o nosotros mismos descendemos al
Inframundo respondemos a su llamada, y ella nos aguarda; bien para
hacernos enfrentar a nuestra propia sombra, bien para ir a rescatar algo
que debe ser traído de vuelta al mundo de la luz. Pero si no hacemos
bien nuestro trabajo, ella no nos dará permiso para llevarnos con
nosotros aquello que hemos ido a buscar. No es baladí, por lo tanto,
honrar a la Anciana Oscura en este momento crucial de su intervención
en nuestras existencias.
Su
fuerza abismal y su sabiduría insondable deben sernos muy útiles para
alcanzar con éxito el camino de regreso. Pensando en ello me ha venido
muchas veces a la cabeza el cuento de la Mujer Esqueleto, que Clarissa
Pinkola Estés recoge en su libro “Mujeres que corren con los
lobos”. En una versión modelada por mi cabeza acelerada…
Imaginemos
que nos acercamos a un lago de oscuras aguas, buscando en reflejo de
nuestra propia alma, que durante largo tiempo ha sido olvidada. Ella ,
la Anciana Oscura, extiende su huesudo brazo, nos agarra de las ropas y
tira de nosotras hacia el interior de las aguas. Nos hundimos en la
negrura, cada vez más profundamente, hasta tocar con los pies en el
barro del fondo de las aguas. Estamos en el mundo subterráneo, y
recorremos sus cuevas algo desorientadas. Descubrimos un hermoso tesoro,
y nos damos cuenta de que todo aquel espanto era por nuestro bien.
Decidimos entonces volver con un haz de monedas doradas, de semillas
relucientes para el año que se acerca, o de cualquier otro bien. Pero
cuando emprendemos nuestro ascenso algo se agarra nuevamente a nuestras
ropas; y al mirar hacia abajo descubrimos que se trata de nuestra
sombra. En un primer momento no entendemos qué sucede, pues como cada
vez la atendimos, la seguimos, tenemos nuestro tesoro y deberíamos
regresar. Ella nos indica que esta vez debemos llevarla a ella al mundo
exterior, debemos traerla íntegramente con nosotras, en lugar de coger
sólo el pequeño regalo de las anteriores ocasiones. Hemos crecido,
también nuestra responsabilidad es mayor, no basta con lo que hicimos
siempre porque esta vez ya cruzamos, acaso sin darnos cuenta, un nuevo
umbral de iniciación. Y la cogemos en brazos, conscientes de que
debemos hacerlo; ya hace mucho que aprendimos que ella tenía razón, y
que como hermana, nos quiere bien. El aire se acaba, y luchamos
por ascender, tiramos y tiramos de los huesos enredados en las algas y
sentimos que si no somos capaces de hacerlo, simplemente moriremos, y
este será el fin de la historia. Entonces ella nos abraza más
fuertemente y da un nuevo impulso, cada vez mayor hasta que perdemos el
sentido. Y al fin, cuando llegamos a la orilla del lago, el sol brilla
sobre la ralla del horizonte y estamos solas. Sin embargo, no somos
aquello que fuimos, pues ella se fundió con nosotras en la acción del
transitar, en la lucha por volver al mundo de la luz.
En
nuestro descenso al Inframundo a menudo somos desmontados, desmoronados,
y se nos muestra aquello peor de nosotros, y más tarde aquello mejor
que nos permite recomponernos, y regresar a la actividad. Pase lo que
pase, en el momento de regresar somos nuevas criaturas que serán
expuestas al rigor de un nuevo nacimiento, a la necesidad de confirmación.
La Anciana Oscura nos acompaña en este tránsito, y con el tiempo tal
vez nos haga partícipes de algo de su saber y su fortaleza para que
también sean empleados bajo el manto de la mañana, y el fulgor del
mediodía. Es su reino el amanecer tanto como el anochecer, por ello es
justo rendirle tributo en este día. Cuando pensemos en el verdor de la
tierra, en las crías correteando por los bosques y los campos, pensemos
también quien les ha guardado en su largo viaje desde el mundo de lo
innombrable hasta allí.
El
regreso de la Doncella Sabia
En
la tradición cristiana, Imbolg recibe el nombre de la Candelaria, y
celebra a través de procesiones rituales con cirios que se guardan
después para ser encendidos en caso de una necesidad especial, el hecho
de que, cuarenta días
después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al niño
al Templo, a fin de presentarlo a su dios, tal como era costumbre en su
tradición. Pero, evidentemente no es mi intención hablar de los
cristianos significados de las fechas, sino ponerlos en relación con un
sustrato o una contemporaneidad pagana que sí viene al caso.
Estamos
en una época en la que todo debe ser confirmado. El hecho de llevar al
niño al templo, de presentarlo ante la comunidad, es una costumbre, un
rito de paso, que encontramos muy extendido en la Antigüedad. En la
antigua Grecia, por ejemplo, al sexto o séptimo día del nacimiento de
una criatura, su madre lo dejaba ante el fuego del hogar, si su padre lo
levantaba en brazos ante algunos testimonios, significaba que era
reconocido. Si no lo hacía, se exponía al agros, lugar salvaje,
a las afueras dónde cualquiera podía recogerlo y hacer de él lo que
quisiera.
Tras
el parto, la madre y las mujeres que habían colaborado, se sometían a
un ritual de purificación. Existe la noción de la enfermedad producida
por una fuerza destructora cuyo efecto perceptible es un miasma
(mancha) que se expande progresivamente y contamina cuanto se pone en
contacto inmediato con ella, podía provenir del contacto con los
difuntos o con la sangre del parto. Entonces se realizaban baños
rituales con agua salada para procurar la purificación, también se hacían
ofrendas a las diosas del nacimiento, como Ilitia, Artemio, Remeter
Kurotrofa, y se consagraban las telas manchadas de sangre y el cinturón
que se había llevado durante el embarazo. A mi entender, la
“purificación de la Virgen” hace referencia a estos ritos, hasta el
siglo VI se celebraba a los cuarenta días de la Epifanía (visita de
los reyes magos, para entendernos), el 15 de febrero. Ahora se celebra
el 2 de febrero, por ser a los cuarenta días de la Navidad; esto viene
dado a que es una festividad de origen oriental, y “los paganos
celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días
de haberse dado este cambio; nos dice que los paganos hacían una fiesta
significativa y suntuosa en el templo de Coré.” El caso es que
las diferentes tradiciones o versiones de la tradición nos remiten a la
cuarentena de la Virgen (que yo entiendo siempre como una cristianización
de la Diosa), tras traer al mundo al Dios Solar.
Si
comparamos el ritual cristiano con los ritos paganos vemos que hay una
misma línea de confirmación y purificación, tal como podemos observar
en la arcaica celebración de las Lupercales entre los romanos (pueden
encontrar un monográfico en la sección Paganismo/Artículos de esta
web) e incluso unas formas similares de celebración; las procesiones
rituales.
Esta
cuarentena es la purificación interna a la que yo quería referirme,
entrando en el ámbito de la espiritualidad y la magia femeninas. El
embarazo provoca tremendos cambios a todos los niveles, y tras el parto,
una mujer tardará algún tiempo en recuperarse del trance de la
maternidad. La Diosa se recuperará tras dar nacimiento a su
hijo-amante, para volver a la virginidad original, entendida como el
“ser una con ella misma”. Por esto
hablamos de purificación en el sentido ocultista, como aquello que nos
devuelve la integridad.
Una
vez por año, por estas fechas, podemos sumergirnos en las aguas de un
baño ritual y recuperar nuestra propia y hermosa desnudez, con la que
llegamos al mundo; una vez por año las marcas, pisadas o cicatrices que
la vida ha dejado sobre nuestra piel o nuestra alma pueden desvanecerse
bajo el claro de luna en un instante de renacimiento, en una afirmación
profunda de una nueva posibilidad de realización. Es necesario que esto
sea así, por más que a la mañana siguiente volvamos a nuestras tareas
cotidianas, a nuestra vida “de siempre”, saber que es lo que hemos
elegido y, de no ser así, saber que siempre tendremos esa fuerza
primigenia para cambiarlo.
En
este momento, la Anciana Oscura vuelve a ser Doncella, pero no la
doncella ingenua, despreocupada o temeraria de nuestros primeros ciclos,
sino aquella que ha recuperado su integridad y se reconoce a si misma
como un ser capaz y sabio, bien conectada con su aspecto salvaje y
poseedora de una verdadera libertad interna, que no la condiciona a la
hora de asumir compromisos. La que es pura por ser una con ella misma,
lejos de toda convención.
La
Yegua Blanca
Repasando
unos viejos diarios me doy cuenta de que no es la primera vez que, a las
puertas de Imbolg, la Yegua Blanca aparece en mis sueños. Gracias al
conocimiento de mi hermana Morwën pude ponerla en relación con
Rhiannon. Casada
con Pwyll, un rey mortal, después de marearlo como sólo una doncella
con un punto feérico puede hacer – él la hizo perseguir, luego la
persiguió en persona, y cuando se le ocurrió preguntarle porqué no se
detenía ella le respondió “porque no me lo habías pedido”-, tuvo
un hijo que fue secuestrado al nacer. Rhiannon fue acusada de matarlo, y
condenada a traer a los invitados del castillo sobre sus espaldas, hasta
que se demuestra su inocencia con el retorno de este.
Podemos
decir que Rhiannon es doncella en su particular noviazgo con Pwyll,
reina y madre en lo referente a su rol en el castillo y respecto a su
hijo, y Anciana Oscura en cuanto a que su castigo por la falsa acusación
actúa a modo de “descenso al submundo”, tras el cuál ha de ver
restituida su integridad y poder. Al mismo tiempo, Rhiannon es la Yegua
Blanca, relacionada con el Inframundo (según versiones era hija de
Hefaidd Hen (Heveid el Viejo), Señor del Mundo Subterráneo)
y podía
cabalgar a voluntad entre los mundos. No está de más decir que las
tradiciones que honran los animales como espíritus poderosos y aliados,
el caballo goza de una gran consideración como psicopompo, como acompañante
en nuestro trance de uno a otro mundo.
“
Vuelve, Yegua de la Alborada
Para
llevarme contigo al reino de la Luz
Cabalgando
sobre el rio plateado
Al
otro lado del mundo
Cantando
me alejo de la Oscuridad
De
la fértil Tierra Sin Tiempo
Negra
y cálida, de lo Profundo
Que
siempre he de llevar dentro, y amada.
Vuelve,
Yegua de la Alborada
Para
llevarme contigo al reino de la Luz
Tus
cascos golpean fuerte
Entre
el rocío resplandeciende de la yerba,
Bajo
el latido poderoso de un sol ardiente…
Al
otro lado del mundo
Marco
mi pasaje,
Con
palabras que los labios no pueden anunciar,
Marco
mi pasaje,
Y
me alejo cabalgando…
Llevo
el Espejo Oscuro de las aguas
En
mi alma, para recordar siempre lo que soy
Y
la promesa del retorno.”
Vaelia
Bjalfi, Enero 2004
Fuentes
En
realidad, esta vez en la preparación del “tema” he consultado básicamente
algunas webs para confirmar algunos de los datos que tenían dispersos
en mis apuntes, estas son, por orden de aparición:
Para
la tradición cristiana;
http://www.corazones.org
http://www.churchforum.org
Acerca
de la “miasma” en la Antigua Grecia;
http://www.upf.es/iuc/buey/ciencia/tema2.htm
Acerca
de Rhiannon;
http://www.geocities.com/revistadiosas6/rhiannon.html
http://usuarios.lycos.es/luvasu/mythos/paginas/celta.htm