Eostre
La
festividad de Eostre, conocido también como Ostara, Equinoccio de
Primavera, se celebra usualmente el 21 de Marzo y se asocia al elemento
Fuego. Fue cristianizada como la Pascua. Marca el inicio del punto álgido
de la estación. Encontraremos esta festividad pagana en el ámbito de
la Wicca como Festividad Menor, en consecuencia, para las tradiciones
solares, se trata de una festividad Mayor.
El
problema de desfase entre las fechas y el momento natural.
Muchas
son las tradiciones de las que bebe el paganismo actual, abarcando un
amplio espectro geográfico y, por tanto climático. Al adoptar el
calendario anual de festividades “estándar” a menudo encontramos
desfases entre la celebración y el momento en el ciclo natural. Por
ejemplo Caitlin Mattews y Maura D. Shaw, norteamericanas, comentan: “(…)
en algunas regiones es difícil de creer que la primavera esté
remotamente a la vuelta de la esquina en Marzo. Hace un año estuvimos
tiñendo los huevos de Ostara con medio metro de nieve en el exterior.
Teníamos que creer el inicio de la primavera con fe”.
Desde el extremo opuesto, yo comentaba en el texto de Beltane, “(…)En
la zona de Oriente próximo, el Equinoccio de Primavera (en el mes
de Nissan ), antes de la cosecha, era celebrado como año nuevo; y la
Gran Sacerdotisa se unía en Matrimonio Sagrado con el monarca en el
Ziggurat (Templo) para atraer la fertilidad y la renovación de la vida
en sus territorios. Si examinamos el significado de estas celebraciones
Mesopotámicas veremos que es en muchos aspectos idéntica a la de
Beltane... pero situada en su momento natural.” Y, en término
medio, sobre el Equinoccio de Primavera, Montserrat Castillo escribe:
“En los países nórdicos y anglosajones los conceptos primaverales
se celebran el Beltain; y es lógico si tenemos en cuenta su latitud y
su clima. (…) En otras tradiciones más alejadas del Mediterráneo, se
celebra por estas fechas, la fiesta de la siembra de los campos, pero en
nuestras tierras ya se ha sembrado.”
Como
practicante, considero que seguir un calendario de fechas prefijadas (más
cercano a los momentos astronómicos) es una manera eficaz de
estructurar nuestra concepción del tiempo, nos da un ritmo y una
referencia que, entre otras cosas se traducirá en sana constancia. Sin
embargo creo que en ningún caso deberíamos descuidar el momento
natural, pues al hacerlo corremos el peligro de convertirnos en
“brujos de despacho”. La gracia del paganismo, es precisamente ese
contacto con la naturaleza, de modo que sería una tontería escaparnos
en complicadas elucubraciones si con ello perdemos la base, nuestra
existencia misma, nuestro “hacer” en el mundo que nos rodea y
nuestro “darnos cuenta” de quién somos en él.
En
general, podemos decir que la celebración del Equinoccio de Primavera,
de su punto álgido, es aquel momento incierto entre el desperezarse del
sueño invernal de Imbolg y el estallido de la plenitud en
Beltane, cuando las puertas invisibles se abren de par en par
precediendo el paso del majestuoso verano.
Si
corro atrás en el tiempo hasta mi niñez, el Equinoccio de la
Primavera, se celebraba con un buen bizcocho preparado por mi abuela
(que como todos los no paganos tiene sus deslices) coronado por un huevo
de chocolate rodeado de plumas de colores y los pollitos amarillos de
rigor. En el bosque que rodeaba la casa dónde se celebraba todo
aquello, a la que volvíamos como desde un forzado exilio, ya se podía
trotar sin cargar con la ropa, y tenderse en la hierba sin calarnos de
frío cuando hacía sol, con la locura de los pájaros de fondo, y un
aire cargado de olores a nuestro alrededor. Más tarde, lejos de las
montañas, el Equinoccio de Primavera, se anunciaba en el recorrido
hasta el instituto, cuando en una calle florecían las glicinas, con sus
racimos de flores lilas colgando como aderezos desde sus ramas, y
vertiendo sobre los transeúntes el aroma característico de un intenso
incienso floral en un templo. Uno quedaba fuera de tiempo y lugar al
pasar por la calle y, no muy lejos, como una tentación no siempre
evitada, en la playa la caricia solar recorría la arena prácticamente
desierta de la playa, y el mar en calma murmuraba.
Nuestros
sentidos detectan las señales de cada momento del ciclo natural,
estemos dónde estemos, sea cuál sea nuestra situación, sólo hace
falta salir al exterior, y prestar atención a nuestras sensaciones, que
en principio pueden parecer meramente físicas, pero siempre traen
conexión con nuestro interior profundo y con nuestro conocimiento
interno. Por ello, es importante conocer nuestros propios ciclos
internos en relación al natural, atender la sutil comunicación entre
ambos mundos que al fin, son uno y el mismo. Dice Luís Racionero en su
novela Cercamón (sobre trobadores y Cátaros en el Pirineo);“ (…)
cosas aprendidas con el cuerpo no necesitan libros para permanecer en la
memoria”.
“La
sabiduría no es el resultado del conocimiento, sino un don de acción;
no es sabio quién tiene mucha información o razona sutilmente: sabio
es aquel que emprende a cada momento la acción justa. Esto no se
aprende en los libros, antes es un sentimiento, una predisposición que
se adquiere poniéndose de acuerdo con la naturaleza, y dejándose
penetrar por sus lecciones (…)
Leed
libros, estudiad tratados, calculad con ábacos, manipulad astrolabios!
Todo esto os hará bien, pero no esperéis que de esto provenga sabiduría.
Tan sólo una rendición apasionada a la naturaleza y a vuestro destino,
una pasiva actividad, alertada y humilde, os aportarán la educación
que yo quisiera para vosotros. “
En
nuestra tierra, el aliento de Ostara convida a salir al exterior, sin
excusas. Es un buen momento para empezar a ejercitar (o recuperar la
falta de práctica) la percepción sensorial, de modo que al llegar el
invierno, habremos adquirido ya el hábito y no nos dejaremos
asustar por el frío.
La
siembra como ejercicio mágico
En
muchos autores encontraremos citada una estrecha relación entre el
Equinoccio de Primavera y la siembra, tanto física como arquetípicamente.
Para nuestro trabajo, entendemos esa “siembra” en un amplio
espectro, puesto que no se trata tan solo de arrojar una semilla en un
hueco de tierra. Para que la siembra sea fructífera, deberemos preparar
el terreno, escoger cuidadosamente nuestras semillas y, una vez
depositadas en el seno de la tierra, propiciarles los cuidados específicos
de su especie. De igual modo sucederá con todos los deseos o
intenciones que albergan en sí el germen de su consecución,
requiriendo dedicación y constancia para llegar a su realización.
Ambas especies de semillas, las vegetales y las psíquicas, dependerán
de una cadena de actos conscientes, y de una atención serena, que los
lleve a un crecimiento seguro. No me alejo demasiado, con estas
observaciones, del documento redactado para Imbolg, pero estando el sol
más alto en el horizonte, incidiré esta vez más en la importancia de
la acción.
La
época nos predispone a plantar semillas de nuevos comienzos o
proyectos, pero es necesario aplicarnos con voluntad de trabajar.
Podemos realizar un ejercicio de jardinería, paso a paso, de modo que
cada acción, movimiento o fase de la siembra tenga su correspondencia
con la consecución de nuestro objetivo mágico.
1)
Escoger la semilla/deseo.
Tenemos,
a buen seguro, tantos deseos cómo variedades de semillas encontraríamos
en un vivero. Así, en primer lugar, es necesario realizar una lista de
prioridades y escoger una entre nuestras posibilidades. Señalo “entre
nuestras posibilidades” porque uno de los objetivos principales de
este tipo de ejercicios es fortalecer nuestra confianza mágica. En modo
alguno servirá intentar criar una planta tropical sino podemos
proporcionarle un clima adecuado, como de nada servirá ponernos
en este nivel metas demasiado lejanas. En mi opinión, debe primar ante
todo la sencillez.
A
la hora de escoger la semilla, además de por el grado de dificultad que
nos veamos capaces de enfrentarnos, podemos guiarnos por nuestras
preferencias estéticas, o bien escoger alguna planta que se corresponda
con nuestro propósito mágico. El tener una imagen que corresponda a
nuestro deseo, es fundamental en todo trabajo mágico, en este caso,
viene asistida por el símil de la semilla. No obstante, al realizar las
diferentes fases de este trabajo, podemos visualizar al tiempo imágenes
de la realización de nuestro objetivo, para que crezcan junto a ella
hasta florecer.
Aunque
esta sea una sugerencia de trabajo mágico para el Equinoccio de
Primavera, recordemos que cada planta tiene su propio ciclo vital, y
puede que esta no sea la época de siembra de la planta que escogeríamos.
También hay que tener en cuenta que si criamos una planta deberemos
estar, por ética, con ella hasta el final. Por lo tanto si no vamos a
ser capaces de cuidarla por mucho tiempo, mejor escojamos plantas de
ciclo corto. La relación que tengamos con esta planta dependerá de
cada cuál, y merecería un tema a parte, pero ante todo será respetada
y querida.
2)
Preparar el terreno.
Será
importante saber, de esa semilla escogida, que tipo de tierra, grado de
humedad, exposición solar, etc. le convienen, para poder proporcionárselos.
Del mismo modo que en la tierra, en nuestra mente y nuestro hacer
debemos igualmente arrancar las “malas hierbas”, interferencias que
puedan desviar para ellas las energías destinados a nuestra
semilla-deseo, y, por otro lado, saber también con qué nutrirla.
Este
es un acto de introspección, y trabajo interno; pues ante todo el
terreno en el que sembramos nuestras semillas-deseos es nuestra psique,
arropados por nuestra mente y nuestra emoción. En primer lugar debemos
desterrar toda clase de pensamientos negativos acerca de la consecución
de nuestro deseo, y, por el contrario alimentar los positivos. No es una
tarea fácil, y las más de las veces uno se encuentra con el
sentimiento de estarse engañando a sí mismo; no importa, seguimos en
el intento hasta que es una realidad. Si somos muy pesimistas basta con
hacer una tregua con el pensamiento de siempre para el experimento, y
cuando esté hecho lo recuperamos si hace falta.
3)
Cuidados necesarios.
Una
vez se ha sembrado, debemos atender nuestra semilla-deseo según las
necesidades de la misma. Leamos bien las instrucciones del paquete en el
caso de la semilla, y seamos bien conscientes –pura lógica- de lo que
requiere la consecución de nuestro deseo. Debemos abrir con nuestros
actos una vía para que la posibilidad y la consecución de nuestro
deseo se manifiesten. Por ejemplo, si deseamos un trabajo repartimos
currículos, si queremos una pareja hacemos algo de vida social, etc.
Supongo que ya lo escrito alguna vez, pero nunca está de más
repetirlo, decía Wayne Dyer : “el universo trabaja con nosotros,
no para nosotros”. De más está decir que hay que mantener la
paciencia y la esperanza; algunas semillas tardan más en germinar que
otras; del mismo modo que la naturaleza trabaja en silencio, casi
imperceptiblemente, así es sutil también la mano de la magia.
Este
ejercicio es sólo una sugerencia, por lo que no me extenderé, dado a
que tampoco soy una experta en jardinería; más bien todo lo contrario.
Sin embargo la estructura de este trabajo mágico presenta múltiples y
atractivas variantes. Por ejemplo, si lo que necesitamos trabajar es un
miedo a que nuestros deseos no germinen, probamos con alpiste, o
envolvemos en algodón húmedo garbanzos; podemos también ver germinar
una patata en agua… como en el colegio. Si nuestro trabajo está
enfocado a sanar una parte de nosotros, o recuperarnos de una herida física
o mental, probamos a rescatar una planta estropeada. Si no estamos
seguros de poder seguir todo el proceso de siembra con éxito, o si
tenemos superada la etapa mental de la “germinación” podemos tratar
de cuidar una planta joven, o experimentar con esquejes. Si se trata de
un trabajo a largo plazo, tal vez nos atrevamos con arbustos, rosales,
incluso un árbol…
Huevos
y plumas; la caza.
Huevos
y plumas se han usado tradicionalmente como símbolos del Equinoccio de
Primavera. Según versiones, la tradición de pintar los huevos
proviene, en las tradiciones cristianas, de la prohibición de consumir
los mismos durante las restricciones de Cuaresma, por lo que los huevos
recogidos durante la misma eran sometidos a un tratamiento para que no
se estropearan, y al final se regalaban; se acabó por decorarlos, más
adelante se harían de chocolate. De todos modos sabemos que los huevos
fueron decorados por diferentes tradiciones miles de años antes del
surgimiento del cristianismo, sin ir más lejos, en la Península Ibérica
encontramos huevos de avestruz decorados en ajuares funerarios fenicios,
sin duda debieron tener un significado religioso y ser considerados
bienes de prestigio. Los huevos traen consigo a lo largo de diversas
tradiciones un mensaje de renacimiento, de nueva vida, de fecundidad, y
el largo etcétera que seguiría.
Recuperemos,
la imagen de unos niños buscando en los jardines las golosinas o los
huevos pintados o de chocolate… la búsqueda de nuevos recursos en el
exterior, como cachorros alborotados que entre juegos aprenden las
reglas de supervivencia. Decíamos que Imbolg era el momento de tomar
las últimas provisiones de la cueva, recoger algo del exterior, y
prepararnos para salir nuevamente al mundo; bien, pues en Ostara ya
estamos fuera del refugio, sin posibilidad de volver atrás. El huevo
del Equinoccio de Primavera será aquel que se rompe para dejar salir al
polluelo, o la justa recompensa para el cachorro de mejor olfato. Se
trata de la capacidad de encontrar en el entorno cuanto resulta
necesario para mantenerse por sí mismos, confiar en nuestras
habilidades y permanecer atentos a las oportunidades que llegan con la
estación. La Generosa Dama nos aguarda, sonríe, extendiéndonos
sus brazos; es Eostre, dando nombre a esta celebración, y es Ishtar; y
es Perséphone coronada de flores y rayos solares, tras el largo reinado
en el Inframundo...
Una
variante de la búsqueda de huevos multicolor es la búsqueda de plumas,
no hace falta que vayamos demasiado lejos, un parque urbano al viejo
estilo (en el que encontremos árboles y parcelas de tierra en lugar de
cemento) servirá. Paseamos por él, observando la variedad de aves que
lo habitan, distinguiéndolas entre el ramaje de los árboles, en el
suelo, encontremos variedad de plumas que poder identificar con ellas.
Semiocultas entre las hierbas y arbustos, puede que su coloración, su
brillo, tamaño o forma llame nuestra atención. No se trata de
recogerlas todas, pues lo más probable es que luego no sepamos que
hacer con ellas. Lo importante es apreciarlas como regalos de la
naturaleza, que servirán para decorar nuestros altares, o confeccionar
objetos de adorno personal, para regalarlas a los seres queridos, para
emplearlas como puntos de libro en nuestros diarios o grimorios, o
incluso para usarlas de soporte para una plumilla y tener así una
herramienta mágica de escritura que poder emplear en otros proyectos mágicos.
Podemos, así mismo, dejar algo de pan o semillas para los pájaros o
alimento para los demás animales del entorno que podamos encontrar en
nuestra observación (ratones, ardillas, gatos…). Buscaremos, como los
antiguos buscaron los bienes de la tierra, y al llegar a casa con la
recompensa honraremos a la Generosa Dama en nuestro altar de
Primavera. Más tarde, cuando tengamos un deseo o una necesidad,
recordaremos la lección; atender, actuar, recoger y celebrar… nunca
perder la paciencia, perseverar en nuestro empeño; cuando la intención
es clara y firme, todo cuanto necesitemos estará a nuestro alcance, sólo
debemos ir a por ello.
El
Dios como guía en el proceso de Individuación
Al
igual que la “Gran Diosa”, el Dios del paganismo tiene muchos
nombres, personificaciones y aspectos, acaso más desconocidos en el
paganismo actual dado que la Wicca originaria de G. Gardner primó la
entidad femenina sobre la masculina, y esta línea de preeminencia
femenina ha sido seguida por muchas tradiciones, aún independientes de
la Gardneriana. También por mi parte he hablado menos del Dios que de
la Diosa en estas páginas, sin embargo nunca ha sido mi intención
excluirlo de las mismas. En sus muchos aspectos, he trabajado con el
Dios, percibiéndolo como Padre, Protector, Maestro, Hermano, Amante,
incluso como un Desafiador y un Tramposo de excepción… Al igual que
la Diosa, no todos sus aspectos son amorosos y amables, y sus lecciones
conciernen tanto a la luz como a la oscuridad; tanto al mundo de arriba
como al mundo de abajo.
Estas
fechas, sin embargo, me traen su recuerdo de un modo significativo,
porque es en este momento cuando cobra especial relevancia el proceso de
individualización, cuando la cría sale del útero materno para
enfrentarse a un mundo hermoso y difícil al mismo tiempo. En nuestro
inconsciente se perfila la imagen del Dios que muere y renace, una y
otra vez, del Dios que se encarna y se sacrifica para alimentar a todos
los seres… y la Diosa aparece entonces lejana, eterna, constantemente
poderosa y divina. No hablamos aquí realmente del Dios y la Diosa como
Divinidades, sino como principios que se encuentran el ser humano; como
una relación de equilibrio entre la totalidad ilimitada del universo y
el camino concreto que recorremos.
No
justificaré mis luchas, enfrentamientos o actos por ninguna “verdad
última” o “razón universal”. No soy nadie para juzgar, ningún
hombre tiene razón por encima de otro; pero en tanto que humanos
hacemos una toma de posición, nos concretamos en base a unas creencias
o enfoques de vida, y vivimos este rol. O no hacemos nada. (…) Inanna
es Diosa de la guerra y del amor, y sus cultos tienen un fondo
instintivo y al mismo tiempo una refinada elaboración; a mi parecer
reflejan al humano que es uno consigo mismo, en la medida que nutre por
igual su parte cultural y su parte natural. A la vez Inanna es la fuerza
universal, ella crea y destruye, nutre y mata, a sus ojos todos los
hombres son iguales. Nosotros hemos querido ver con esta visión divina,
pues sabemos que todos nacimos y moriremos, y esto nos hermana. Pero
esto no puede ser excusa para no vivir como humanos; contemplamos con
respeto la imagen del Dios, pero creo que muchos no quieren ver cómo él
se concreta, se separa de la madre, se convierte en guerrero, en
amante único y fecundador, sufre y vive, y muere en sacrificio para
regresar al Todo, a la Caldera de Cerridwen, al mundo de las
posibilidades infinitas. Y cuando lucha con su hermano no llora, no se
lamenta, no se siente culpable; una vez por año morirá a manos de su
hermano, y otra será él el verdugo, y la Madre los amará por igual a
ambos. No se luchará nunca, por la Diosa. Ella es amor sin juicio, de
ella todo nace y a ella todo debe volver. Pero para fecundar al mundo,
no escoge otro ser absoluto, sinó al Dios Astado, aquel que es una
posibilidad que se manifiesta.
Escribí
estas líneas en el Equinoccio de Primavera del 2002, encontrado en la
figura del Dios Salvaje, un Dios que muere y renace, pero no
necesariamente solar; un dios del grano, un dios animal, un maestro y un
guía para los humanos en su proceso de individualización, tan
necesario como la conciencia de pertenencia al Todo; los dos polos entre
los que oscila el ser humano por su naturaleza medial. El proceso de
individualización no es más que el saber que el camino que cada uno de
nosotros debe realizar, no lo puede hacer nadie en nuestro lugar. Que a
cada momento tomaremos decisiones, y en nuestro recorrido vital sobre la
tierra deberemos elegir, en las encrucijadas del camino, que sendero
tomar. Como humanos, muchas posibilidades estarán a nuestro alcance,
como practicantes de magia, éstas pueden ser infinitas, no obstante,
deberemos elegir. No es una tarea fácil pues constantemente el mundo
nos da más y más opciones, a veces presentadas cómo exigencias, nos
dice sin palabras “deberías hacer esto, o en su lugar esto otro”,
en nuestro entorno cada persona tiene sus gustos y aficiones, su causa y
sus motivos para luchar por ella y su entusiasmo puede sernos
contagiado, y empujarnos a pelear batallas ajenas. En otras ocasiones
esta abundancia de posibilidades nos deja atónitos, incapaces de
elegir, dudosos o bien temerosos de las repercusiones que tendrá en
nosotros la responsabilidad de elegir, de decir que no, o decir que sí;
puede dejarnos petrificados como conejos ante los faros de un inmenso
camión; de la muerte, que se acerca… no podemos olvidar que nuestro
tiempo aquí no es infinito.
Alguna
cosa en mi interior me dice que no es lícito heredar las tareas que
otros no han sabido, querido o podido realizar, porque tenemos las
nuestras propias; en cada caso, en el deber del ser somos únicos, y únicas
son también estas tareas serias, intransferibles, íntimas. Así que
debemos ser lo que somos, ni más ni menos, por encima (o a un nivel más
profundo) de la idea o proyección imaginada que podamos tener de
nosotros mismos, del traje que nos gustaría pasear entre los congéneres.
Tener la fuerza de ir desnudo, como el primero de los hombres, en el
mundo de reglas artificiosas, y no avergonzarse de la propia desnudez,
que es hermosa y sincera como la de las bestias salvajes, y ver caer así
los muros a su paso.
Descubrir
nuestro camino, el destino que nos llama desde una voluntad silenciosa e
interna, aquello que hemos nacido para ser, no es fácil. Maestros y guías
de todo tipo pueden guiarnos, pero la elección será siempre nuestra,
así como la responsabilidad de nuestros triunfos o fracasos. Es a
nuestro conocimiento íntimo al que debemos recurrir, el mismo que
manifestaremos en nuestra vida diaria. Muchas veces perderemos el
camino, y otras tantas lo recuperaremos… al fin y al cabo es nuestra
única tarea, ser nosotros mismos, en ese punto mágico dónde el espíritu
y el materia se encuentran para crear algo mayor que la suma de los dos,
el individuo.
Escribe
Crowley;
(…) "Cada hombre y cada mujer es una estrella”, o, en otras
palabras, una suma de experiencias que cambian constantemente ante cada
nuevo suceso, que afecta al hombre o a la mujer, de forma consciente o
inconsciente.
Cada uno de nosotros posee un Universo propio. Que no obstante es un
Universo común cuando se incluyen en él todas las experiencias y
manifestaciones posibles".
No
creo que a Crowley le gustara demasiado mi interpretación acerca de sus
pasajes, no obstante es un personaje al que admiro de todos modos…
Ciertamente “cada hombre y cada mujer es una estrella”, que ardiendo
en el crisol de un universo propio, se sostiene en la inmensidad.
En
el Equinoccio de Primavera, cuando los huevos se rompen y los cachorros
empiezan a cazar, a valerse por sí mismos, cuando la Diosa es una Dama
Generosa que nos sonríe, recuerdo al Dios como un hermoso animal, como
un joven de enérgica voluntad y fortaleza de carácter que no se
amedrentará ante las contrariedades de la existencia material, que no
cederá, y asistido por la herencia de sus ancestros superará las
pruebas que le sean impuestas hasta llegar a ser llamado el Señor de
los Bosques. Y me encomiendo a él y su ejemplo, y a la estrella, lejana
y alta en la noche sin luna, para que brille clara señalándome el
propio camino.
Vaelia
Bjalfi, Marzo 2004.
NOTAS
En el caso de la
planta tropical, el clima se podría lograr través de medidas
artificiales, lo cuál añadiría una complicación al asunto,
que para muchos sería un desgaste de energía/tiempo/dinero inmenso
por una razón caprichosa. No obstante, si el valor que damos a la
planta tropical, como a un objetivo lejano es el suficiente como
para que esta inversión se vea compensada, hay que ir a por ello.