Eostre

  

La festividad de Eostre,  conocido también como Ostara, Equinoccio de Primavera, se celebra usualmente el 21 de Marzo y se asocia al elemento Fuego. Fue cristianizada como la Pascua. Marca el inicio del punto álgido de la estación. Encontraremos esta festividad pagana en el ámbito de la Wicca como Festividad Menor, en consecuencia, para las tradiciones solares,  se trata de una festividad Mayor.

 

El problema de desfase entre las fechas y el momento natural.

Muchas son las tradiciones de las que bebe el paganismo actual, abarcando un amplio espectro geográfico y, por tanto climático. Al adoptar el calendario anual de festividades “estándar” a menudo encontramos desfases entre la celebración y el momento en el ciclo natural. Por ejemplo Caitlin Mattews y Maura D. Shaw, norteamericanas, comentan: “(…) en algunas regiones es difícil de creer que la primavera esté remotamente a la vuelta de la esquina en Marzo. Hace un año estuvimos tiñendo los huevos de Ostara con medio metro de nieve en el exterior. Teníamos que creer el inicio de la primavera con fe” [1]. Desde el extremo opuesto, yo comentaba en el texto de Beltane, “(…)En la zona de Oriente próximo,  el Equinoccio de Primavera (en el mes de Nissan ), antes de la cosecha, era celebrado como año nuevo; y la Gran Sacerdotisa se unía en Matrimonio Sagrado con el monarca en el Ziggurat (Templo) para atraer la fertilidad y la renovación de la vida en sus territorios. Si examinamos el significado de estas celebraciones Mesopotámicas veremos que es en muchos aspectos idéntica a la de Beltane... pero situada en su momento natural.” Y, en término medio, sobre el Equinoccio de Primavera, Montserrat Castillo escribe: “En los países nórdicos y anglosajones los conceptos primaverales se celebran el Beltain; y es lógico si tenemos en cuenta su latitud y su clima. (…) En otras tradiciones más alejadas del Mediterráneo, se celebra por estas fechas, la fiesta de la siembra de los campos, pero en nuestras tierras ya se ha sembrado.[2]

Como practicante, considero que seguir un calendario de fechas prefijadas (más cercano a los momentos astronómicos) es una manera eficaz de estructurar nuestra concepción del tiempo, nos da un ritmo y una referencia que, entre otras cosas se traducirá en sana constancia. Sin embargo creo que en ningún caso deberíamos descuidar el momento natural, pues al hacerlo corremos el peligro de convertirnos en “brujos de despacho”. La gracia del paganismo, es precisamente ese contacto con la naturaleza, de modo que sería una tontería escaparnos en complicadas elucubraciones si con ello perdemos la base, nuestra existencia misma, nuestro “hacer” en el mundo que nos rodea y nuestro “darnos cuenta” de quién somos en él.

En general, podemos decir que la celebración del Equinoccio de Primavera, de su punto álgido, es aquel momento incierto entre el desperezarse del sueño invernal de Imbolg  y el estallido de la plenitud en  Beltane, cuando las puertas invisibles se abren de par en par precediendo el paso del majestuoso verano.

Si corro atrás en el tiempo hasta mi niñez, el Equinoccio de la Primavera, se celebraba con un buen bizcocho preparado por mi abuela (que como todos los no paganos tiene sus deslices) coronado por un huevo de chocolate rodeado de plumas de colores y los pollitos amarillos de rigor. En el bosque que rodeaba la casa dónde se celebraba todo aquello, a la que volvíamos como desde un forzado exilio, ya se podía trotar sin cargar con la ropa, y tenderse en la hierba sin calarnos de frío cuando hacía sol, con la locura de los pájaros de fondo, y un aire cargado de olores a nuestro alrededor. Más tarde, lejos de las montañas, el Equinoccio de Primavera, se anunciaba en el recorrido hasta el instituto, cuando en una calle florecían las glicinas, con sus racimos de flores lilas colgando como aderezos desde sus ramas, y vertiendo sobre los transeúntes el aroma característico de un intenso incienso floral en un templo. Uno quedaba fuera de tiempo y lugar al pasar por la calle y, no muy lejos, como una tentación no siempre evitada, en la playa la caricia solar recorría la arena prácticamente desierta de la playa, y el mar en calma murmuraba.

Nuestros sentidos detectan las señales de cada momento del ciclo natural, estemos dónde estemos, sea cuál sea nuestra situación, sólo hace falta salir al exterior, y prestar atención a nuestras sensaciones, que en principio pueden parecer meramente físicas, pero siempre traen conexión con nuestro interior profundo y con nuestro conocimiento interno. Por ello, es importante conocer nuestros propios ciclos internos en relación al natural, atender la sutil comunicación entre ambos mundos que al fin, son uno y el mismo. Dice Luís Racionero en su novela Cercamón (sobre trobadores y Cátaros en el Pirineo);“ (…) cosas aprendidas con el cuerpo no necesitan libros para permanecer en la memoria”.

 “La sabiduría no es el resultado del conocimiento, sino un don de acción; no es sabio quién tiene mucha información o razona sutilmente: sabio es aquel que emprende a cada momento la acción justa. Esto no se aprende en los libros, antes es un sentimiento, una predisposición que se adquiere poniéndose de acuerdo con la naturaleza, y dejándose penetrar por sus lecciones (…)

Leed libros, estudiad tratados, calculad con ábacos, manipulad astrolabios! Todo esto os hará bien, pero no esperéis que de esto provenga sabiduría. Tan sólo una rendición apasionada a la naturaleza y a vuestro destino, una pasiva actividad, alertada y humilde, os aportarán la educación que yo quisiera para vosotros. “[3]

En nuestra tierra, el aliento de Ostara convida a salir al exterior, sin excusas. Es un buen momento para empezar a ejercitar (o recuperar la falta de práctica) la percepción sensorial, de modo que al llegar el invierno,  habremos adquirido ya el hábito y no nos dejaremos asustar por el frío. 

 

La siembra como ejercicio mágico

En muchos autores encontraremos citada una estrecha relación entre el Equinoccio de Primavera y la siembra, tanto física como arquetípicamente. Para nuestro trabajo, entendemos esa “siembra” en un amplio espectro, puesto que no se trata tan solo de arrojar una semilla en un hueco de tierra. Para que la siembra sea fructífera, deberemos preparar el terreno, escoger cuidadosamente nuestras semillas y, una vez depositadas en el seno de la tierra, propiciarles los cuidados específicos de su especie. De igual modo sucederá con todos los deseos o intenciones que albergan en sí el germen de su consecución, requiriendo dedicación y constancia para llegar a su realización. Ambas especies de semillas, las vegetales y las psíquicas, dependerán de una cadena de actos conscientes, y de una atención serena, que los lleve a un crecimiento seguro. No me alejo demasiado, con estas observaciones, del documento redactado para Imbolg, pero estando el sol más alto en el horizonte, incidiré esta vez más en la importancia de la acción.

La época nos predispone a plantar semillas de nuevos comienzos o proyectos, pero es necesario aplicarnos con voluntad de trabajar. Podemos realizar un ejercicio de jardinería, paso a paso, de modo que cada acción, movimiento o fase de la siembra tenga su correspondencia con la consecución de nuestro objetivo mágico.

 

1) Escoger la semilla/deseo.

Tenemos, a buen seguro, tantos deseos cómo variedades de semillas encontraríamos en un vivero. Así, en primer lugar, es necesario realizar una lista de prioridades y escoger una entre nuestras posibilidades. Señalo “entre nuestras posibilidades” porque uno de los objetivos principales de este tipo de ejercicios es fortalecer nuestra confianza mágica. En modo alguno servirá intentar criar una planta tropical sino podemos proporcionarle un clima adecuado,  como de nada servirá ponernos en este nivel metas demasiado lejanas. En mi opinión, debe primar ante todo la sencillez[4].

A la hora de escoger la semilla, además de por el grado de dificultad que nos veamos capaces de enfrentarnos, podemos guiarnos por nuestras preferencias estéticas, o bien escoger alguna planta que se corresponda con nuestro propósito mágico. El tener una imagen que corresponda a nuestro deseo, es fundamental en todo trabajo mágico, en este caso, viene asistida por el símil de la semilla. No obstante, al realizar las diferentes fases de este trabajo, podemos visualizar al tiempo imágenes de la realización de nuestro objetivo, para que crezcan junto a ella hasta florecer.

Aunque esta sea una sugerencia de trabajo mágico para el Equinoccio de Primavera, recordemos que cada planta tiene su propio ciclo vital, y puede que esta no sea la época de siembra de la planta que escogeríamos. También hay que tener en cuenta que si criamos una planta deberemos estar, por ética, con ella hasta el final. Por lo tanto si no vamos a ser capaces de cuidarla por mucho tiempo, mejor escojamos plantas de ciclo corto. La relación que tengamos con esta planta dependerá de cada cuál, y merecería un tema a parte, pero ante todo será respetada y querida.

2) Preparar el terreno.

Será importante saber, de esa semilla escogida, que tipo de tierra, grado de humedad, exposición solar, etc. le convienen, para poder proporcionárselos. Del mismo modo que en la tierra, en nuestra mente y nuestro hacer debemos igualmente arrancar las “malas hierbas”, interferencias que puedan desviar para ellas las energías destinados a nuestra semilla-deseo,  y, por otro lado, saber también con qué nutrirla.

Este es un acto de introspección, y trabajo interno; pues ante todo el terreno en el que sembramos nuestras semillas-deseos es nuestra psique,  arropados por nuestra mente y nuestra emoción. En primer lugar debemos desterrar toda clase de pensamientos negativos acerca de la consecución de nuestro deseo, y, por el contrario alimentar los positivos. No es una tarea fácil, y las más de las veces uno se encuentra con el sentimiento de estarse engañando a sí mismo; no importa, seguimos en el intento hasta que es una realidad. Si somos muy pesimistas basta con hacer una tregua con el pensamiento de siempre para el experimento, y cuando esté hecho lo recuperamos si hace falta. 

3) Cuidados necesarios.

Una vez se ha sembrado, debemos atender nuestra semilla-deseo según las necesidades de la misma. Leamos bien las instrucciones del paquete en el caso de la semilla, y seamos bien conscientes –pura lógica- de lo que requiere la consecución de nuestro deseo. Debemos abrir con nuestros actos una vía para que la posibilidad y la consecución de nuestro deseo se manifiesten. Por ejemplo, si deseamos un trabajo repartimos currículos, si queremos una pareja hacemos algo de vida social, etc. Supongo que ya lo escrito alguna vez, pero nunca está de más repetirlo, decía Wayne Dyer : “el universo trabaja con nosotros, no para nosotros”. De más está decir que hay que mantener la paciencia y la esperanza; algunas semillas tardan más en germinar que otras; del mismo modo que la naturaleza trabaja en silencio, casi imperceptiblemente, así es sutil también la mano de la magia.

Este ejercicio es sólo una sugerencia, por lo que no me extenderé, dado a que tampoco soy una experta en jardinería; más bien todo lo contrario. Sin embargo la estructura de este trabajo mágico presenta múltiples y atractivas variantes. Por ejemplo, si lo que necesitamos trabajar es un miedo a que nuestros deseos no germinen, probamos con alpiste, o envolvemos en algodón húmedo garbanzos; podemos también ver germinar una patata en agua… como en el colegio. Si nuestro trabajo está enfocado a sanar una parte de nosotros, o recuperarnos de una herida física o mental, probamos a rescatar una planta estropeada. Si no estamos seguros de poder seguir todo el proceso de siembra con éxito, o si tenemos superada la etapa mental de la “germinación” podemos tratar de cuidar una planta joven, o experimentar con esquejes. Si se trata de un trabajo a largo plazo, tal vez nos atrevamos con arbustos, rosales, incluso un árbol…   

 

Huevos y plumas; la caza.

 

Huevos y plumas se han usado tradicionalmente como símbolos del Equinoccio de Primavera. Según versiones, la tradición de pintar los huevos proviene, en las tradiciones cristianas, de la prohibición de consumir los mismos durante las restricciones de Cuaresma, por lo que los huevos recogidos durante la misma eran sometidos a un tratamiento para que no se estropearan, y al final se regalaban; se acabó por decorarlos, más adelante se harían de chocolate. De todos modos sabemos que los huevos fueron decorados por diferentes tradiciones miles de años antes del surgimiento del cristianismo, sin ir más lejos, en la Península Ibérica encontramos huevos de avestruz decorados en ajuares funerarios fenicios, sin duda debieron tener un significado religioso y ser considerados bienes de prestigio. Los huevos traen consigo a lo largo de diversas tradiciones un mensaje de renacimiento, de nueva vida, de fecundidad, y el largo etcétera que seguiría.

Recuperemos, la imagen de unos niños buscando en los jardines las golosinas o los huevos pintados o de chocolate… la búsqueda de nuevos recursos en el exterior, como cachorros alborotados que entre juegos aprenden las reglas de supervivencia. Decíamos que Imbolg era el momento de tomar las últimas provisiones de la cueva, recoger algo del exterior, y prepararnos para salir nuevamente al mundo; bien, pues en Ostara ya estamos fuera del refugio, sin posibilidad de volver atrás. El huevo del Equinoccio de Primavera será aquel que se rompe para dejar salir al polluelo, o la justa recompensa para el cachorro de mejor olfato. Se trata de la capacidad de encontrar en el entorno cuanto resulta necesario para mantenerse por sí mismos, confiar en nuestras habilidades y permanecer atentos a las oportunidades que llegan con la estación.  La Generosa Dama nos aguarda, sonríe, extendiéndonos sus brazos; es Eostre, dando nombre a esta celebración, y es Ishtar; y es Perséphone coronada de flores y rayos solares, tras el largo reinado en el Inframundo...

Una variante de la búsqueda de huevos multicolor es la búsqueda de plumas, no hace falta que vayamos demasiado lejos, un parque urbano al viejo estilo (en el que encontremos árboles y parcelas de tierra en lugar de cemento) servirá. Paseamos por él, observando la variedad de aves que lo habitan, distinguiéndolas entre el ramaje de los árboles, en el suelo, encontremos variedad de plumas que poder identificar con ellas. Semiocultas entre las hierbas y arbustos, puede que su coloración, su brillo, tamaño o forma llame nuestra atención. No se trata de recogerlas todas, pues lo más probable es que luego no sepamos que hacer con ellas. Lo importante es apreciarlas como regalos de la naturaleza, que servirán para decorar nuestros altares, o confeccionar objetos de adorno personal, para regalarlas a los seres queridos, para emplearlas como puntos de libro en nuestros diarios o grimorios, o incluso para usarlas de soporte para una plumilla y tener así una herramienta mágica de escritura que poder emplear en otros proyectos mágicos. Podemos, así mismo, dejar algo de pan o semillas para los pájaros o alimento para los demás animales del entorno que podamos encontrar en nuestra observación (ratones, ardillas, gatos…). Buscaremos, como los antiguos buscaron los bienes de la tierra, y al llegar a casa con la recompensa  honraremos a la Generosa Dama en nuestro altar de Primavera. Más tarde, cuando tengamos un deseo o una necesidad, recordaremos la lección; atender, actuar, recoger y celebrar… nunca perder la paciencia, perseverar en nuestro empeño; cuando la intención es clara y firme, todo cuanto necesitemos estará a nuestro alcance, sólo debemos ir a por ello.

 

El Dios como guía en el proceso de Individuación  

Al igual que la “Gran Diosa”, el Dios del paganismo tiene muchos nombres, personificaciones y aspectos, acaso más desconocidos en el paganismo actual dado que la Wicca originaria de G. Gardner primó la entidad femenina sobre la masculina, y esta línea de preeminencia femenina ha sido seguida por muchas tradiciones, aún independientes de la Gardneriana. También por mi parte he hablado menos del Dios que de la Diosa en estas páginas, sin embargo nunca ha sido mi intención excluirlo de las mismas. En sus muchos aspectos, he trabajado con el Dios, percibiéndolo como Padre, Protector, Maestro, Hermano, Amante, incluso como un Desafiador y un Tramposo de excepción… Al igual que la Diosa, no todos sus aspectos son amorosos y amables, y sus lecciones conciernen tanto a la luz como a la oscuridad; tanto al mundo de arriba como al mundo de abajo.   

Estas fechas, sin embargo, me traen su recuerdo de un modo significativo, porque es en este momento cuando cobra especial relevancia el proceso de individualización, cuando la cría sale del útero materno para enfrentarse a un mundo hermoso y difícil al mismo tiempo. En nuestro inconsciente se perfila la imagen del Dios que muere y renace, una y otra vez, del Dios que se encarna y se sacrifica para alimentar a todos los seres… y la Diosa aparece entonces lejana, eterna, constantemente poderosa y divina. No hablamos aquí realmente del Dios y la Diosa como Divinidades, sino como principios que se encuentran el ser humano; como una relación de equilibrio entre la totalidad ilimitada del universo y el camino concreto que recorremos.

No justificaré mis luchas, enfrentamientos o actos por ninguna “verdad última” o “razón universal”. No soy nadie para juzgar, ningún hombre tiene razón por encima de otro; pero en tanto que humanos hacemos una toma de posición, nos concretamos en base a unas creencias o enfoques de vida, y vivimos este rol. O no hacemos nada. (…) Inanna es Diosa de la guerra y del amor, y sus cultos tienen un fondo instintivo y al mismo tiempo una refinada elaboración; a mi parecer reflejan al humano que es uno consigo mismo, en la medida que nutre por igual su parte cultural y su parte natural. A la vez Inanna es la fuerza universal, ella crea y destruye, nutre y mata, a sus ojos todos los hombres son iguales. Nosotros hemos querido ver con esta visión divina, pues sabemos que todos nacimos y moriremos, y esto nos hermana. Pero esto no puede ser excusa para no vivir como humanos; contemplamos con respeto la imagen del Dios, pero creo que muchos no quieren ver cómo él se concreta,  se separa de la madre, se convierte en guerrero, en amante único y fecundador, sufre y vive, y muere en sacrificio para regresar al Todo, a la Caldera de Cerridwen, al mundo de las posibilidades infinitas. Y cuando lucha con su hermano no llora, no se lamenta, no se siente culpable; una vez por año morirá a manos de su hermano, y otra será él el verdugo, y la Madre los amará por igual a ambos. No se luchará nunca, por la Diosa. Ella es amor sin juicio, de ella todo nace y a ella todo debe volver. Pero para fecundar al mundo, no escoge otro ser absoluto, sinó al Dios Astado, aquel que es una posibilidad que se manifiesta.  

Escribí estas líneas en el Equinoccio de Primavera del 2002, encontrado en la figura del Dios Salvaje, un Dios que muere y renace, pero no necesariamente solar; un dios del grano, un dios animal, un maestro y un guía para los humanos  en su proceso de individualización, tan necesario como la conciencia de pertenencia al Todo; los dos polos entre los que oscila el ser humano por su naturaleza medial. El proceso de individualización no es más que el saber que el camino que cada uno de nosotros debe realizar, no lo puede hacer nadie en nuestro lugar. Que a cada momento tomaremos decisiones, y en nuestro recorrido vital sobre la tierra deberemos elegir, en las encrucijadas del camino, que sendero tomar. Como humanos, muchas posibilidades estarán a nuestro alcance, como practicantes de magia, éstas pueden ser infinitas, no obstante, deberemos elegir. No es una tarea fácil pues constantemente el mundo nos da más y más opciones, a veces presentadas cómo exigencias, nos dice sin palabras “deberías hacer esto, o en su lugar esto otro”, en nuestro entorno cada persona tiene sus gustos y aficiones, su causa y sus motivos para luchar por ella y su entusiasmo puede sernos contagiado, y empujarnos a pelear batallas ajenas. En otras ocasiones esta abundancia de posibilidades nos deja atónitos, incapaces de elegir, dudosos o bien temerosos de las repercusiones que tendrá en nosotros la responsabilidad de elegir, de decir que no, o decir que sí; puede dejarnos petrificados como conejos ante los faros de un inmenso camión; de la muerte, que se acerca… no podemos olvidar que nuestro tiempo aquí no es infinito.

Alguna cosa en mi interior me dice que no es lícito heredar las tareas que otros no han sabido, querido o podido realizar, porque tenemos las nuestras propias; en cada caso, en el deber del ser somos únicos, y únicas son también estas tareas serias, intransferibles, íntimas. Así que debemos ser lo que somos, ni más ni menos, por encima (o a un nivel más profundo) de la idea o proyección imaginada que podamos tener de nosotros mismos, del traje que nos gustaría pasear entre los congéneres. Tener la fuerza de ir desnudo, como el primero de los hombres, en el mundo de reglas artificiosas, y no avergonzarse de la propia desnudez, que es hermosa y sincera como la de las bestias salvajes, y ver caer así los muros a su paso.

Descubrir nuestro camino, el destino que nos llama desde una voluntad silenciosa e interna, aquello que hemos nacido para ser, no es fácil. Maestros y guías de todo tipo pueden guiarnos, pero la elección será siempre nuestra, así como la responsabilidad de nuestros triunfos o fracasos. Es a nuestro conocimiento íntimo al que debemos recurrir, el mismo que manifestaremos en nuestra vida diaria. Muchas veces perderemos el camino, y otras tantas lo recuperaremos… al fin y al cabo es nuestra única tarea, ser nosotros mismos, en ese punto mágico dónde el espíritu y el materia se encuentran para crear algo mayor que la suma de los dos, el individuo. 

Escribe Crowley[5]; (…) "Cada hombre y cada mujer es una estrella”, o, en otras palabras, una suma de experiencias que cambian constantemente ante cada nuevo suceso, que afecta al hombre o a la mujer, de forma consciente o inconsciente. Cada uno de nosotros posee un Universo propio. Que no obstante es un Universo común cuando se incluyen en él todas las experiencias y manifestaciones posibles".

No creo que a Crowley le gustara demasiado mi interpretación acerca de sus pasajes, no obstante es un personaje al que admiro de todos modos… Ciertamente “cada hombre y cada mujer es una estrella”, que ardiendo en el crisol de un universo propio, se sostiene en la inmensidad. 

En el Equinoccio de Primavera, cuando los huevos se rompen y los cachorros empiezan a cazar, a valerse por sí mismos, cuando la Diosa es una Dama Generosa que nos sonríe, recuerdo al Dios como un hermoso animal, como un joven de enérgica voluntad y fortaleza de carácter que no se amedrentará ante las contrariedades de la existencia material, que no cederá, y asistido por la herencia de sus ancestros superará las pruebas que le sean impuestas hasta llegar a ser llamado el Señor de los Bosques. Y me encomiendo a él y su ejemplo, y a la estrella, lejana y alta en la noche sin luna, para que brille clara señalándome el propio camino.

 

Vaelia Bjalfi, Marzo 2004.


NOTAS


[1] La Magia de la Tierra, Cait Jonson, Maura D. Shaw, Ed. Obelisco, Barcelona, 1997

[2] Magia Mediterránea , Montserrat Castillo, Ed. Obelisco, Barcelona, 1991.

[3] Cercamón, Luía Racionero, Ed.62, Barcelona, 1998. pp.20-25 (Posibles errores de traducción son responsabilidad mía).

[4] En el caso de la planta tropical, el clima se podría lograr través de medidas artificiales, lo cuál añadiría una complicación al asunto,  que para muchos sería un desgaste de energía/tiempo/dinero inmenso por una razón caprichosa. No obstante, si el valor que damos a la planta tropical, como a un objetivo lejano es el suficiente como para que esta inversión se vea compensada, hay que ir a por ello.

 [5] El Libro de la Ley, Aleister Crowley, ed. Humanitas, Barcelona, 1999. p.13