
Notas sobre el aprendizaje II
Cuando
se siente el llamado y se sale a los caminos del mundo en la
búsqueda, es esa llama de necesidad encendida en nuestro centro
la que susurrará a nuestro oído si lo que nos sale al
encuentro es realmente el objeto de nuestra búsqueda, o
sólo es un engaño.
A veces no empezamos la búsqueda desde la mejor posición,
o con obvia desventaja. Buscamos y buscamos por caminos abruptos,
removiendo las basuras buscando algo de alimento que nos mantenga en
pie, con el consecuente riesgo de que lo que encontramos nos siente
realmente mal y nos deje incapacitados por algún tiempo.
Pero aún así, lo que no nos mata nos hace más
fuertes, y algo más sabios, nos volvemos a levantar y seguimos
con lo nuestro, porque pocas cosas se pueden comparar con la fuerza de
ese llamado.
Engaños hay muchos, propios y ajenos... pero tal vez el que
más rabia me da es el de esos sujetos que se plantan enmedio del
camino de uno, con un cartel que dice algo así como "ESTO ES
TODO, NO HAY MÁS".
Es un muro ilusorio levantado por aquellos que no tuvieron lo que
tenían que tener para seguir avanzando. A éstos no les
queda más opción que mendigar la aprobación, si se
puede incluso la admiración, de los que van llegando hasta ese
punto. Mendigan, aunque sea bajo una apariencia orgullosa, paternal,
resabida... y esperan convencer al caminante de que no avance, porque
los dejaría en evidencia.
Y es muy diferente cuando encuentras a alguien que se quedó en
cierto punto por decisión propia. Éstos dicen algo
así como "Yo no llegué a verlo, pero creo que por allá encontrarás a alguien que sabe más y te puede ayudar".
Sonreirán, darán ánimos, y nos desearán
suerte; porque el quedarse allí fue fruto de su voluntad, no de
su incapacidad.
A medida que el tiempo, y uno va encontrando los retazos, las huellas
de lo que va buscando, también se da cuenta de que muchas veces
las cosas no son precisamente como las imaginaba, pero, sin embargo, la
llama que nos lanzó a la búsqueda no pierde la capacidad
de reconocer lo que es y lo que no es. Podemos mentirnos a nosotros
mismos, y otros pueden tomarnos el pelo, pero ella sabe y se apresta a
guiarnos, a corregir nuestro rumbo, a darnos ánimo... aunque en
ocasiones tengamos que adentrarnos en la noche más oscura para
atender a su resplandor.
De modo que, además de la habitual corte de charlatanes,
vendecursos, buscadores frustrados y demás criaturas
deleznables, uno llega a encontrarse aquellas personas que saben de la
vida, de lo que la vida es... y lo que menos nos importa en ese momento
es la tradición a la que pertenecen, en virtud de la
autenticidad correspondida.
Y así uno se aleja del vertedero, se aleja también de las
peleas con las ratas, de las emociones que agita el ver burlado aquello
que uno respeta y la impotencia de no poder detener, por más que
uno haga, todo cuanto en justicia esta mal...
Y se adentra casi sin darse cuenta en un bosque antiguo, de
árboles gigantes, como un mundo a parte infiltrado en él
corazón de la cotidianidad. Anda ligero como un venado a
abrevarse al claro y fresco arroyo que por allí discurre, y
calma su sed sin tener que temer la flecha del cazador, o el veneno en
las aguas. Y puede luego acurrucarse y dormir, bajo el cielo estrellado
y mecerse en la calidez del propio aliento, en calma. Y sabe que,
aunque tal vez esté de paso en aquella bendita tierra, la
promesa del camino no es una falsa promesa.
Vaelia Bjalfi, Marzo de 2008
