En
mi opinión este es un tema muy serio, que sin embargo resulta propenso a
crear polémicas innecesarias. En realidad es bastante simple, la Magia
"maligna" es aquella que sabemos, de fondo, que no debemos realizar,
y es aquella que, realizada usualmente con propósitos a primera vista egoístas,
nos lleva a la autodestrucción. No se trata de autoimponerse
"leyes" o "prohibiciones" sino más bien de conservar el
sentido común.
Todos
los presentes conocerán el resumen de la Rede Wicca que dice "Haz lo que
quieras, sin dañar a nadie". Bien, esto suele tomarse de un modo tan
literal que, a la larga, resulta nocivo para el mismo practicante Wicca, ya
que, en ocasiones, es inevitable hacer daño (otra cosa es el tipo de "daño"
al que nos referimos). Citando un ejemplo inocente, supongamos que nos
persigue un enamorado obsesivo al que no correspondemos en absoluto, le vamos
a decir que no queremos nada con él, y él en el momento se sentirá "dañado",
aunque luego hagamos un apaño y nos trabajemos un ritual para que le resulte
menos doloroso. Y así...
Lo
que pasa es que hay ejemplos mucho menos inocentes, y ocasiones en las
que el remedio no va a ser tan amable; somos humanos. La Rede no fue escrita
para generar culpabilidades en los seguidores de la Wicca, sino para generar
responsabilidades de éstos sobre las propias acciones, que es algo muy
diferente.
No
digo estas cosas por ir contracorriente, sino porque por experiencia sé que
hay muchas personas que lo han pasado mal, que han vivido verdaderas
injusticias, y que ante el "no hacer daño a nadie" se sienten como
ante un "poner la otra mejilla". Esto puede que no se de en las
primeras etapas del estudio o práctica Wicca, pero tarde o temprano todos los
que transitamos por estos caminos, por una u otra causa, nos lo acabamos
planteando.
La
cuestión no es "ser buenos", sino ser responsables. Todos debemos
saber que la Magia, sea cuál sea, tiene un precio y que, en ocasiones, es tan
alto, que simplemente no nos sale a cuenta. Las personas de la que he
aprendido a "sobrevivir" en este camino, nunca me dijeron
"debes ser buena" sino que me advirtieron "no seas tonta",
porque cuando hacemos algo que, en el fondo, sabemos que no está bien, lo que
en realidad estamos haciendo s perjudicarnos a nosotros mismos más que a
nadie.
Por
esto, antes de hacer cualquier cosa, tratamos de discernir cuál es la mejor
manera de hacerla, que método es el más adecuado, si realmente es necesario
y si vale la pena.
Aleister
Crowley, por increíble que parezca, escribió una novela titulada "La
hija de la Luna" (publicada por la editorial Humanitas), acerca de las
batallas entre una "Logia Blanca" y una "Logia Negra". En
esta obra, los "magos negros" se describen como seres muy perdidos,
y muy tontos, también muy desgraciados y completamente autodestructivos. En
ella se dice que el mago negro "cambia su oro por peltre", aquello
de valioso en sí, por una nimiedad. También dice al respecto que su acción
es la de un hombre que vende su espada por un saco de monedas, sin pensar que
el tramposo "comprador" empleará esa espada para amenazarle, llevándose
espada y monedas... acaso algo más, por ejemplo, su vida.
Hay
dos maneras, frecuentes, insospechadas y opuestas de convertirse en un mago, o
en una persona, maligno;
Una
es creerse tan "bueno" que pueda convertir automáticamente
cualquier cosa que uno realice en nombre del "Bien" en "benévola".
Sin ir más lejos es el caso de los inquisidores...
La
otra consiste en creer que uno es "malo", que esa es su
realidad, y que al no tener otra opción y estar ya todo perdido, sólo quede
sacar cierto ilusorio partido de la miseria personal. Muchas personas han caído
en esta trampa, que nace de una falta de confianza o entendimiento con uno
mismo, que nace de culpabilidades, rencores y miedos, ¡a veces completamente
absurdos! que al no quedar resueltos van creando una espiral descendiente, van
hundiéndolo cada vez más.
Nuestro
peor enemigo, a la hora de mantener el equilibrio de nuestra ética, va a ser
siempre la pérdida de perspectiva, el caer en las trampas de la obcecación...
De ahí mi insistencia en que, ante todo, antes que "ser bueno" hay
que saber mantener la calma, avivar el discernimiento que nos otorgará el
valor para tomar la decisión más adecuada en cada momento, que nos permitirá
salir de las trampas en las que podamos haber caído. Hay que quererse y no
perder la fe y la confianza en que, pase lo que pase, encontraremos nuestro
camino aún sintiéndonos perdidos, pues nuestra alma lo conoce y lo susurra
constantemente como el murmullo de un río, sólo tenemos que detenernos a
escucharla y regresaremos al lugar que nos pertenece por nuestro
propio bien y, seguro que así ha de ser, por el de los demás.
Vaelia
Bjalfi, 1º Mayo 2004