Todos,
o casi todos llegamos a momentos críticos, en los que, las
incertidumbres, los contratiempos y otros mil obstáculos parecen
salirnos al encuentro a cada paso; momentos que se prolongan y nos
desgastan, hasta hacernos sentir como un pobre centinela solitario
guardando un torreón rodeado de ejércitos voraces, sintiendo el tiempo
como una cuenta atrás, mientras menguan nuestra fuerzas, y sigue sin
llegar ayuda del exterior. Días que se suceden, confusos, vacíos, en
los que nos debatimos como una presa caída en una trampa; momentos en
los que el hilo de los pensamientos se convierte en una maraña, el aire
parece enturbiarse, y nos sentimos fatalmente perdidos. Extraviados de
nosotros mismos. Ajenos a nuestra existencia.
A
veces es necesario “tocar fondo”, descender hasta la raíz de
nuestros pesares, conocer a la Madre de las Pesadillas que nos roban el
hálito vital, tocar su rostro, y reaccionar; emerger de nuevo, de un
solo impulso; correr con el tesoro recuperado bien prieto en nuestras
manos, hasta un lugar seguro.
Este
es un proyecto muy sencillo que, no obstante, puede catalizar un gran
poder; por esto mismo, puede ser peligroso si se emplea con fines
desviados del propósito que aquí se expone. Debe emplearse en
situaciones extremas, concernientes a uno mismo.
Es
importante señalar que no se trata de una limpieza; pues cuando
limpiamos, deseamos conservar aquello que estamos limpiando, siendo
nuestro fin el devolverlo a su naturaleza original. Este, al contrario,
es un conjuro de aniquilación tras el cual nada de lo desechado debería
ser recuperable. Se trata de comprimir en una imagen todo nuestro dolor,
angustia y temor, se trata de enfrentarnos a ello, y vencer. Obsérvese
que este conjuro sólo es la primera parte de un largo proceso de sanación
personal.
Por
ello señalaremos también que no es un trabajo con la Sombra, en el
sentido junguiano del término. Nuestro aspecto oscuro tiene
mucho que enseñarnos, y aunque en ocasiones pueda ser cruel, y difícil
de trabajar, si lo elimináramos perderíamos gran parte de nuestra
vida, de nuestra integridad. Nuestro aspecto sombrío, u oscuro, con su
corte de arquetipos, es el nudo que debe ser desenredado. Por el
contrario, en este proyecto trabajaremos con el enredo que debe
ser eliminado, con la acumulación de deshechos psíquicos, de
los que nada se puede aprovechar ya, que no tienen nada que enseñar ni
aportar más que problemas. Trabajamos con la basura psíquica no
reciclable.
Material
necesario:
-Una
madeja de hilo negro, preferiblemente nylon.
-Una varilla
de madera o metal (una brocheta como las de los “pinchos”, o una
aguja de tejer)
-Un recipiente
cóncavo (mejor usar el caldero).
-Una vela, o
cerillas.
Material
opcional:
-Velas.
-Incienso.
-Hierbas
naturales secas en rama (romero, salvia, tomillo, etc..).
Observaciones:
Es
preferible realizar el conjuro después de una intensa reflexión acerca
de nuestros temores, pesares y agobios, para poder dar la fuerza
suficiente al acto mágico, puesto que tiene fines catárticos (cuanta
mayor acumulación, mayor efecto).
Es
recomendable iniciar esta toma de conciencia durante la fase menguante
de la luna y realizar el conjuro durante la siguiente noche de luna
nueva.
NO
se trabajará la forma de una araña,
(Araña
es en gran parte a quien se debe este proyecto).
Procedimiento:
Acondicionamos
un lugar para trabajar tranquilos, con todo el material a mano.
Empezamos a tomar hilo de la madeja y lo vamos enredando y anudando de
modo aleatorio, mientras nos concentramos en nuestro malestar,
recordando imágenes desagradables, plasmando sentimientos indeseables y
toda suerte de basura psíquica que inunde nuestra alma, emponzoñando
nuestro estado de ánimo y alterando nuestro comportamiento. Todo lo feo
debe volcarse fuera, en el tejer caótico de nuestras manos, en un
enredo táctil. Podemos incluso cortar el hilo, tomar más, y repetir el
mismo proceso varias veces, hasta obtener unos cuantos enredos de formas
diversas.
Luego,
los unimos con más hilos, buscando una solo cuerpo que personifique
todo aquello que debe ser aniquilado. En ocasiones, la imagen de esta
sombra innombrable que se cierne sobre nosotros, será un símbolo
claro, reconocible, incluso puede ser tan sólo una bola de hilo.
Pero el
material con el que estamos trabajando nos permite alumbrar toda suerte
de seres terribles y fantasiosos, de criaturas deformes, verdaderos
residuos de vida, que pelearán ante nuestros ojos, que gruñirán y se
agitarán. No es casualidad que de una simple madeja de hilo, trabajado
con el ánimo adecuado, puedan nacen criaturas dignas de una novela de
Lovecraft : “Con su gran imaginación creó el mito y una atmósfera de
misterios y tormentos que lo rodeó. Presentó un mundo de miseria y
absurdo que envuelve a la humanidad , el temor de que hay cosas que nos
acechan aun a nuestro lado, no al doblar de la esquina , sino a
nuestro lado ,seres difusos tratando de invadirnos”.
Porque estas son entidades reales, agazapadas en nuestra psique;
nosotros sólo las hacemos salir, confinándolas a una forma que podamos
derrotar (recordemos en este punto el enfrentamiento de Gato con
Botas y el Gigante de del cuento).
Por esto, una
vez creado nuestro muñeco feo, es necesario dotarlo de cierto
poder; concentrarse hasta ver en esa forma el agente de nuestra íntima
tortura. Es importante emplear la imaginación; el mismo tipo de
imaginación que nos traiciona de noche, cuando vemos agitarse una
sombra en la oscuridad, aunque sepamos que no es más que un efecto óptico.
Nuestro muñeco feo puede medir en realidad 10 centímetros, pero
lo observaremos a través de unos ojos que lo verán como a una criatura
de 4 metros, incluso en su tamaño diminuto, azuzando nuestra mente,
veremos en él ojos fieros y dientes cargados de veneno, pequeñas
garras agitándose contra nosotros... Como escribe Prattchet en El
Segador
“que sea una metáfora no significa que no sea real”.
Una
vez conscientes de la otra vertiente de realidad de nuestro muñeco
feo, tomaremos nuestra varilla, y lo atravesaremos con ella. Lo
elevaremos por los aires, a nuestra merced, y luego hacia el recipiente
o el caldero, en el que puede estar esperando el fuego de las hierbas
secas, o bien prenderemos el muñeco con la llama de una cerilla, o de
una vela que podemos consagrar con este fin.
El
muñeco feo, se retorcerá… pero en cuestión de segundos no
será más que una pequeña bola compacta en el fondo de un recipiente.
Tiraremos las cenizas a la basura. Su poder particular se habrá
extinguido, para siempre. Podemos respirar de nuevo, tomar aliento,
salir corriendo de la trampa.
Luego,
daremos las gracias al fuego interno, ( o a la Deidad/es, o Poder/es
tras él si hemos solicitado su guía en este trance) que nos ha
permitido llevar a cabo este conjuro.
Hay
que tener preparadas una, o varias ideas acerca de lo que queremos
emplazar en este lugar interno que ha quedado vacío, de otro modo,
podemos correr el riesgo de que se vuelva a llenar con lo mismo (por
inercia), o con otra serie de cosas que no elegimos conscientemente. No
se pueden desperdiciar oportunidades como estas. La misma vela puede
servirnos para cerrar una etapa e iniciar una nueva, quemando por todo
aquello que queremos atraer a nuestras vidas.
También
tomaremos conciencia, finalmente, de que el muñeco feo (dicho
con propiedad lo que éste representa), es una constante en
nuestras vidas; conciencia de que el “material” psíquico con el que
está hecho, sigue al acecho en cualquier lugar, y puede irse acumulando
hasta vernos de nuevo en la misma situación.
Ya
se ha comentado que este conjuro se recomendaba para una situación
extrema, cuando las cotas de contaminación psiquica alcanzan un nivel
que nos impide llevar a cabo nuestra existencia cotidiana; pero no se
trata de una panacea. Para no tener que estar lidiando constantemente
con este tipo de naturalezas es necesario prestar atención a todas
aquellas situaciones, a los diferentes hábitos y factores que provocan
en nosotros esta generación de residuos, y poner cuanto esté en
nuestras manos por cambiar aquello que sea necesario de una manera
efectiva.
Vaelia
Bjalfi
Noviembre
2004