Para sacar la basura no hace falta molestar a nadie

... o algunas notas sobre la higiene psíquica.

 

Tal cual, antes de pasar a temas mayores de defensa psíquica, echemos un vistazo a las ocasiones en las que nos convertimos en potenciales agresores. Como hemos comentado alguna vez, los fenómenos de ataque y defensa son algo corriente, que se acontecen  a diferentes niveles según la personas o el entorno implicado.

Un tal Eric Hoffer  dijo que es más fácil amar a la humanidad en general que al vecino, no se quien es, pero tenía bastante razón. Supongo que existen algunas personas capaces de alcanzar alguna suerte de armonía universal y esas cosas, pero para el común de los mortales, no existe nada más lejos de la realidad. Sería absurdo tratar de imaginar que de vez en cuando no tenemos “malos deseos”, pero tratar de reprimirlos puede ser aún más pernicioso.

Es relativamente fácil hacer un envío de basura psíquica a otra persona, y, de hecho, al final del día podemos llegar a casa con cantidades importantes de ella, dependiendo de dónde hayamos estado. Otra cosa es el efecto que ésta causará en aquel que la reciba, dependiendo de la resistencia de la persona., de su estado anímico, de su salud, o de las cantidades de basura propia y ajena que lleve acumuladas.

¿Cómo influye la basura en nuestras vidas? Tanto la basura física como la psíquica tienen el poder de ocupar espacio que debería reservarse a otras cosas, o nos roba movilidad; incomoda nuestros sentidos; y, llegados a ciertos niveles, empieza a atraer a organismos molestos, y al fin resulta peligrosa para nuestra salud.

En todo caso, y sabiendo eso,  plantear unas cuestiones básicas:

 1)¿Es apropiado amontonar en casa, o incluso comerse la propia basura de uno?

Rotundamente no.

2) ¿es necesario que otros carguen con nuestra basura?

¡Tampoco!.

Vamos a ser higiénicos en la medida de lo posible, por el bien común y el nuestro propio. Para empezar:  no es más limpio quién más limpia, sino el que menos ensucia”. Así que ante todo calma, y evitar  alterarse o enojarse por tonterías; no detener nuestra atención en exceso sobre aquellas cosas con las que no estamos de acuerdo, pero que tampoco nos conciernen. Esta situación suele darse en el trabajo, en los transportes públicos, y yendo por la calle en general, porque hay bastantes cosas desagradables con las que nos cruzamos a lo largo del día.

En los libros de Pratchett, cuando el nivel de magia en el aire es elevado, los insultos y palabras malsonantes se convierten en bichos voladores, al salir por la boca. Pues aunque exagerado, ese es el efecto. Evidentemente podemos acunar legiones de bichos a nuestro alrededor, y expulsarlos de un golpe al encontrar la ocasión de detenernos a limpiar en ambiente. Pero es un poco tonto, sobretodo cuando no hay tiempo para detenerse  y la faena se acumula.

Enviar esos  bichos a otra persona no está bien, es ser un sucio igual, pero con más delito, porque el hecho de querer sacárselo de encima ya implica que somos conscientes de que estamos enviando algo negativo.

De igual modo que existen personas con mayor capacidad de generar basura que otras; pero también hay quienes pueden generar menos basura, pero más tóxica.

Por ejemplo, las personas que poseen capacidades naturales destacadas, y los practicantes más o menos avanzados. Son muy conocidas las historias en las que la inconciencia, o falta de autocontrol , de estos es causa de desgracia.

Para ilustrar, tenemos por ejemplo la historia de la muchacha que ha recibido un don , enamorada de un muchacho, y él de ella, pero la familia no la acepta. Después de varios conflictos serios, la chica ya harta no aguanta más y maldice por entero a la familia... y con ello a su querido. Y la historia acaba muy mal, porque la cosa no tiene vuelta atrás.

El problema estas personas, es que no siempre sus capacidades se han desarrollado de un modo paralelo; de modo que, en un extremo, encontramos a personas intelectual o espiritualmente muy desarrolladas pero incapaces a la hora de actuar efectivamente y, en el otro extremo, personas capaces de realizar magia con cierta habilidad y potencia, pero sin un mínimo de discernimiento.

 La historia de los practicantes más o menos avanzados es que, a pesar de la conciencia sobre sus acciones, pueden quedar cautivados por el “efectismo” de sus capacidades, desdeñando el hueso de la enseñanza a la que han tenido acceso. Lo malo no es tanto que decidan quedarse en el nivel más básico de la tradición, sino que con eso pueden hacer daño a otros. Y es malo también para ellos, porque se ilusionan con sus capacidades, se vuelven necios orgullosos, se crecen ante sus maestros, y por último, después de mil oportunidades, se ganan un castigo ejemplar que podrían haber evitado, el golpe final del maestro subestimado que muestra su cara más seria y contundente para dejarlos definitivamente fuera de juego.

Igual puede suceder con lo que tienen un don natural, aunque no tengan maestros, existe la figura de aquel que  tarde o temprano aparece para detenerlos con contundencia,  lo que no siempre es agradable, (puesto que igual que los hay que no se detienen solos porque no quieren, están los que realmente no pueden hacerlo) pero sí necesario.

Aún si logramos minimizar el volumen de basura generada, nos queda la duda de qué hacer con la que no podemos evitar. Pues lo mismo que se hace con la basura normal, separarla, introducirla en recipientes pertinentes, y depositarla en el contenedor adecuado. 

Y ahí empezamos a hablar de reciclaje. El reciclaje permite recuperar como materia primera elementos, tras desecharlos después de un primer uso. En la basura normal se reciclan el papel o cartón, latas y  vidrio, normalmente son recipientes que ocupan el mayor volumen en una bolsa de basura. Por otro lado está el contenido orgánico, que se emplea en abonos y se devuelve a la tierra. Y por último quedan las sustancias tóxicas que merecen un tratamiento especial.

Podemos pararnos a observar nuestra basura psíquica, y ver que tanto se puede reutilizar con fines constructivos. Encontramos en ella básicamente grandes proporciones de ideas-vehículo, que serían los elementos reciclaje; energía que sería la materia orgánica; y, sólo en algunos casos, elementos realmente tóxicos. Así pues, lo conveniente es empezar a separar, recuperar nuestra energía para fines más provechosos, dar una nueva forma a nuestras ideas-vehículo, y dejar en un lugar adecuado los verdaderos tóxicos, que aunque no se pueden evitar por completo, pueden tratarse de modo que no dañen a otros, ni a nosotros mismos. 

De este modo, optimizamos nuestros recursos, minimizamos el volumen último de nuestra basura, nos movemos más limpios y ligeros, y no molestamos a nadie.

Es importante estar limpio. Aunque es más fácil ensuciar que limpiar, a la larga, la limpieza genera sus propias armas defensivas. Por ejemplo, en los lugares en los que la gente tira cosas al suelo, nadie parece siquiera plantearse que exista otra opción, y así se amontona la suciedad extra a lo largo del día. Sin embargo, en general, en un lugar limpio, la primera reacción de un recién llegado que tiene que deshacerse de algo, es buscar la basura. Igual sucede con el tabaco, cuando vamos a un lugar en el que se permite fumar, se fuma y se fuma sin control, sin embargo, en un lugar dónde no se permite, o en un lugar dónde la mayoría de personas son no fumadoras, los fumadores aguantan y resisten su adicción ( y eso es un esfuerzo).

Con todo, hay personas más propensas a acumular enfados o nervios, esto es, la base de la basura psíquica común, y no hay tiempo de detenerse a analizar porque la prioridad es sacarse la carga de encima para poder movernos otra vez ligeros. Por otro lado, en ocasiones se da la circunstancia que el “mal pensamiento” dirigido a alguien ha crecido demasiado, justificada o injustificadamente, y sus efectos empiezan a ser palpables en nosotros o en otras personas.

A veces se inician rencillas por motivos estúpidos, que empiezan a rodar ladera abajo como una bola de nieve, desbocando en el desastre. Así se inician los enfrentamientos en las familias y el entramado de malicias en las oficinas y clases escolares, en los que acaba todo el mundo enredado. Y, lo que es más triste, el ambiente insano dentro de un coven, o grupo de estudio, o grupo de seguidores de una EC.  

Reconozco que alguna vez me he visto sacudida por emociones violentas, y el impulso era cargar (mentalmente) contra otros, aunque las sospechas no estaban confirmadas o en la realidad el caso no era tan grave como para intervenir efectivamente, incluso cuando yo no quería siquiera molestar, ahí estaba el escandaloso impulso. Entonces no queda de otra que apartarse, darse el tratamiento adecuado, y acordarse de ponerse el bozal antes de salir a la calle.

Incluso a veces, aunque tenemos razón pero no es el momento de actuar, o el modo que estamos imaginando en nuestras mentes no es el adecuado. Contenerse no es reprimirse. No significa interiorizar ese cúmulo de malos sentimientos y expresiones agresivas, empujando contra ellos la culpabilidad, al cuarto oscuro de la mente para que surjan cuando les de la gana, sin avisar, y sin que nada podamos hacer para evitar los efectos indeseados de los mismos. Ni significa interiorizarlo como una infección o un veneno, extendido por la sangre, que nos contamine enteros.

No. Hay que sacarlo, pero del modo adecuado.

Para empezar, ducha de agua fría, que se nos pase el calentón. Una buena idea es plantearse si seriamos capaces de dar la cara por el motivo de nuestro enojo, es decir, ir a la persona o personas en cuestión y decirles lo que pensamos de ellos, sus actitudes o sus acciones claramente. Si la repuesta es que no, nos preguntamos porqué no hacerlo, y en un buen número de casos, resulta que no lo consideramos tan importante. Entonces ¿ a qué perder el tiempo con malos pensamientos? Corta y punto.

A veces, basta con cansarse; hacer ejercicio, o llorar (de rabia) compulsivamente hasta quedarnos dormidos, y mañana será otro día.

Si eso no puede ser, tenemos que tratar de liberarnos de esos malos pensamientos y tensiones internas de un modo limpio. Los escudos y las ataduras no sólo sirven para protegernos de otros, sirven para protegernos de nosotros mismos, y para que nadie tenga que aguantar nuestros arrebatos. 

Podemos crear simulaciones, como quien se descarga linchando a palos o agujereando a tiros a los enemigos de la videoconsola, o el que golpea un cojín.

Pero antes de nada, dejaremos claro el propósito, que es desahogarnos y liberarnos limpiamente de la carga que nos pesa; no ver si de paso el objeto de nuestros malos pensamientos se cae y se parte el cuello. J

Personalmente creo adecuado dejar claro este propósito y crear un círculo bien sólido. Hay varios métodos para desahogar nuestra agresividad ahí dentro, cada uno sabe el que mejor le funcione. Todo es ficción, pero una ficción catártica, tras la cual , ya relajados, ya barridas las nubes de nuestra mente, podemos ver con mayor claridad la situación y recobrar el dominio sobre nuestros movimientos.

Yo escucho música dura, y canto salvajadas varias, muy por encima de lo que yo haría jamás; y me sirve para sacarlo todo a la escena del teatrillo personal, y volver a poner los pies en la tierra y centrarme en lo importante.

Una vez todo ha salido fuera, es fácil limpiarlo y recogerlo, y nos sentimos mejor, y no hemos molestado a nadie, y, por lo tanto, no tenemos que arrepentirnos, o lamentarnos, de nada.

El objetivo no es hacernos indefensos, sino realmente efectivos. Nosotros debemos elegir cuándo y cómo nos enfrentamos a un enemigo u oponente, y nunca dejar que nuestras emociones incontroladas nos muevan a su antojo, y derrochen nuestra energía; puesto que nosotros cargaremos con las consecuencias de cada una de nuestras acciones, que menos que elegir a conciencia.

 Vaelia Bjalfi, 15 Enero, 2005.

Publicado originalmente en Foros Rojo Intenso